Tercera etapa Ålesund y Alnes
Un poco de historia para ponernos en situación. El 23 de Enero de 1904, Ålesund fue incendiada en uno de los mayores incendios de Noruega (a día de hoy escucho en las noticias que en distintos lugares se siguen quemando casas, iglesias etc lo cuál siempre me hace preguntarme por qué siguen construyendo pueblos enteros de madera). La ciudad quedó practicamente en ruinas, afortunadamente sólo murió una persona en el incendio. Total, que con la ciudad en brasas y la gente deprimida, a un alemán que pasaba por allí se le ocurrió echar una mano y mandar barcos con material para reconstruirla. Aprovechando que el Art Noveu estaba pegando fuerte en Europa, dijo «eh, por qué no? hagámoslo» y lo hizo. Y vaya si lo hizo.
Ålesund es una ciudad increiblemente bonita. Muy peculiar si se compara con el resto del país y con aire muy muy europeizado (buen trabajo señor alemán). Tuvimos la mala suerte de ir en día festivo y todo, absolutamente todo, estaba cerrado (oficina de turismo incluída). Tampoco el tiempo acompañaba mucho. Aún así fue un placer recorrer las calles de la ciudad y descubrir como está provista de mil lugares llenos de encanto. Librerías, cafeterías, tiendas, galerías, todo con un cuidado exquisito. La decoración de todos los locales era perfecta (al menos lo que se veía por el escaparate), me hubiera encantado ser la propietaria de cualquiera de esos negocios.
La guinda del pastel se la llevó una zona situada en los antigüos muelles de la ciudad. Ålesund es una ciudad muy moderna y en un intento por modernizar y hacer un lavado de cara a edificios abandonados, han rehabilitado muchas casas antigüas de pescadores, lonjas y viejos almacenes. A día de hoy son magnificos espacios culturales, galerías, talleres, cafeterías y hostales. Me pareció una parte de la ciudad increible, a pie de mar.
Lo cierto es que si Bergen no me tuviera el corazón un poco robado, no me importaría para nada vivir en Ålesund. De momento tenemos previsto volver un fin de semana de verano para hacer todas las cosas que se han quedado en el tintero y exprimir las posibilidades que esta ciudad brinda.
Tras el paseo decidimos subir al Fjellstua (algo así como el salón en la montaña) el mirador de Ålesund, el homólogo del Fløibanen. Sí, a los noruegos les encanta eso de subir una colina/montaña/ y disfrutar desde la cumbre de sus dominios, como buenos vikingos.
Subimos en coche, aunque lo aconsejable es hacerlo a pie. Pero la verdad es que hacía bastante mal tiempo para ir de excursión.
Las vistas de la ciudad son espectaculares ya que desde ahí se pueden ver sus 7 islas y apreciar el contraste de las coloridas casas con el mar. De hecho, en una de la islas (Runde) se concentra una de las mayores poblaciones de frailecillos de escandinavia(para quien no lo sepa, son unos pájaros muy graciosos que parecen pingüinos obesos con pico de loro). Yo quería ir fervientemente, pero había que ser realistas, el viaje era de una hora ida y otra hora vuelta, y no disponíamos de mucho tiempo, además no estaba el tiempo para coger un barco. Pero desde aquí lanzo un mensaje a mis amigos los frailecillos: Iré, preparaos y planchaos el esmoquin, porque iré.
En el Fjellstua hay un restaurante panorámico que sirve menú tradicional de la zona por un precio bastante asequible (25 euros más o menos) que no probamos porque nuestra máxima de road trip era sobrevivir a base de sandwich, en verano habilitan una terraza – mirador al aire libre.
Como visitar Runde no era factible, decidimos acercarnos a visitar el faro de Alnes en la isla de Godøy. A esta isla se puede acceder por carretera, no como a la de mis queridos frailecillos. ¿Cómo? Los noruegos deciden que si una isla está más o menos cerca se construye un puente o se hace un túnel acuático. Y así lo hacen. Crean una red de túneles, puentes y pasadizos secretos (esto es mentira) para comunicar las ciudades con sus aledañas islas o islotes, menos la de los frailecillos repito 😦
Total, que decidimos acabar el día ahí. ¿ Por qué? porque el faro de Alnes es catalogado uno de los más bonitos de Noruega. La verdad es que para mi ha conseguido el título de «faro más bonito que he visto».
(Clara en el casting de Moonrise Kingdom)
En el interior del faro hay una galería con una pequeña y acogedora cafetería que sirve tartas caseras. Efectivamente, este es un reclamo en toda regla. El lugar es cálido y da la sensación de que hay una chimenea sempiterna en algún punto escondia. Sirven tartas deliciosas a buen precio, también una especie de tortitas típicas de la zona con mermelada homemade(yo me decanté por esto), café e infusiones.
Entramos en calor y en kilos con nuestra merienda y decidimos pasear por la playa. La verdad es que hacía bastante viento y humedad, pero aún así fue agradable sentir el olor a salitre y escuchar las olas del mar del norte.
Decidimos que ya era suficiente viento en la cara y pusimos rumbo a casa. Pero ,inocentes de nosotras, la señora encerrada en el GPS nos tenía una sorpresa preparada. Seguramente se enfadaría porque no le ofrecimos tarta ni café y tramó un plan para desconcertarnos y cabrearnos a partes iguales. Su venganza estaba servida.
Atravesamos los túneles submarinos y seguimos las indicaciones de la señora. Tras conseguir despistarnos durante media hora, caímos en la cuenta de que íbamos dirección norte (Kristiansund) y nuestro destino estaba al sur.
Decidimos dar la vuelta y hacer caso a los carteles, ignorando a la maestra del engaño.
La verdad es que el recorrido entre Nordfjordeid y Ålesund es precioso, bueno en general cualquier ruta por Noruega lo es.
Nos fuimos a dormir temprano, ya que al día siguiente teníamos planeada la etapa más bonita de todas (a la que más se tardaba en llegar, veo la distancia y subo 100 más), y sin lugar a dudas el lugar más increible que he visto en mi vida. Geiranger.
Próximamente